¿Existe la traición sin sexo?
Te imaginas cómo sería tenerlo cerca, en la
intimidad. Pero abres los ojos y a tu
lado sigue ese hombre que, desde hace tiempo, comparte contigo alegrías y
tristezas. ¿Es infidelidad?
Fantaseas con una persona que no
es tu pareja estable. Por un lado, tienes pensamientos recurrentes que incluyen
salidas a solas, intimidad, cercanía. Imaginas cómo sería el contacto de tu
piel con la del hombre que te está desvelando. Albergas dentro de tu alma algo
diferente que no permite que te concentres y te dediques a tus actividades como
lo hacías anteriormente.
Pero también tienes sentimientos
encontrados ya que, en tu casa, la situación no se ha modificado, al menos por
fuera. Cuando abrís los ojos y vuelves a conectarte con tu realidad, sigue a tu
lado aquel ser que te acompaña desde hace tiempo, que comparte tus alegrías y
tristezas, salud y enfermedad, momentos buenos y malos. En fin, la vida, lo
real, lo de todos los días.
Sientes el agobio de tener que
fingir una sonrisa o un encuentro sexual, mientras por tu cabeza pasan imágenes
de lo que sería tener entre tus brazos a quien tanto deseas. ¿Esto es
infidelidad?
Para muchas personas es tan sólo
una fantasía que no reviste mayor importancia, salvo que la concreten. Si hay
contacto íntimo, entonces sí que se consideraría “que pusiste los cuernos”. Por
el contrario, hay mujeres que se sienten mortificadas por pensar constantemente
en otro, de una manera que hace mucho no les pasa con su compañero actual (o no
les pasó nunca).
Usó tu propio prisma para decidir
si lo que te está sucediendo está provocado por el aburrimiento (en cuyo caso,
también depende ti ponerle una pizca de
pimienta a tu relación para que salgan juntos del tedio), por una atracción
pasajera (¿quién no ha suspirado por una estrella de cine? Lo mismo puede pasar
con un vecino o con un compañero de trabajo, por ejemplo) o si hay algo más y
tu vínculo necesita desesperadamente que le prestes atención para dilucidar qué
sucede (o qué no sucede) y así tomar medidas que te permitan recuperar la
felicidad perdida.
Si no hay sexo físico con otra
persona, no hay infidelidad. Es lógico en algún momento, en especial en
relaciones de varios años y que pasan por diversas etapas (noviazgo,
casamiento, llegada de hijos, cambios laborales o en el status económico,
etc.), sentir cierta atracción por alguien distinto: tenemos ojos y sentidos y,
por alguna razón, puede pasar que nos sintamos muy a gusto con alguien y se nos
disparen ideas de distinto tenor.
Si sólo se trata de pensamientos
y queda enmarcado allí, significaría que nuestra pareja es sólida y estamos
ante una atracción que se generó, meramente, por nuestra condición de seres
humanos. Como adultas, la observamos y la dejamos pasar porque estamos
conscientes de que es lo mejor para nosotros y para quienes nos rodean. Ahora,
si el deseo comienza a volverse inmanejable e interfiere en nuestra vida
diaria, el problema, lógicamente, es otro y radica en nuestro vínculo de
pareja, no en lo que pensamos o sentimos.
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