Quién tiene más ganas?
Un estudio analiza cómo mujeres y
hombres vivimos el apetito erótico y la satisfacción en la cama. Además, el
paso del tiempo como un condicionante.
El deseo sexual sigue siendo
motivo de investigaciones que buscan saber sus aspectos cuantitativos y sus
cualidades: intensidad, oscilaciones y diferencias respecto al género.
Un artículo publicado en la
revista Journal of Sex & Marital Therapy concluye que las mujeres son más
propensas que los hombres a experimentar una disminución del deseo sexual a
medida que el vínculo amoroso progresa en el tiempo. El estudio reunió a 170
personas (hombres y mujeres de entre 18 y 25 años, con aproximadamente dos años
de vínculo heterosexual).
Los investigadores coinciden en
que es difícil extrapolar los resultados a vínculos constituidos por adultos de
más edad y más tiempo de compromiso mutuo. La elección de jóvenes no es
azarosa: pone en evidencia lo que sucede con el deseo sexual cuando se comienza
con los primeros escarceos amorosos y aún no se han asumido compromisos mayores
como la convivencia, el matrimonio o la responsabilidad de ser padres.
La influencia de los patrones de
género
Los hombres jóvenes de la misma
muestra reportaron altos índices de deseo, que no decayeron con el paso del
tiempo. Una de las explicaciones posibles asocian su "apetito" a los
férreos patrones de género: "los hombres deben estar preparados para el
sexo".
A pesar de los cambios en la
masculinidad, aún se sostienen a ultranza las reglas de rendimiento, potencia,
fuerza viril, buena erección y jactancia entre el grupo de pares.
Por el contrario, las normativas
de género propias de la feminidad no incluyen al deseo sexual como prioridad.
Resaltan el amor romántico, la distribución afectiva dentro del grupo familiar,
el deseo de ser madres y el cuidado de la prole.
Los estudios sobre las
diferencias en la expresión del deseo entre los hombres y las mujeres se verían
influidos por las clásicas (y resistentes) normativas de género.
¿La satisfacción es masculina?
Otra de las evidencias del
estudio revela que los hombres valoran más la satisfacción sexual que la
longitud en el tiempo de la relación. En otras palabras: los varones mantienen
alto su deseo si la relación es placentera, no importa si es breve o
prolongada.
En cambio, para las damas la
longitud del vínculo puede hacer decrecer el deseo sexual pero aumentar la
intensidad en otras áreas como el compromiso, el amor romántico, la concreción
de proyectos comunes y la maternidad.
Trabajar para el deseo
Es probable que el hombre confíe
más en la expresión libre y espontánea de su deseo. Los varones naturalizan la
fuerza deseante con un aspecto inherente a la masculinidad. Dicha creencia
genera confianza, por lo tanto se preocupan menos por el juego previo o por
cualquier "trabajo" para estimular al deseo.
La presencia de disfunciones
sexuales los lleva a pensar que el deseo necesita de acciones para estimularlo
y que la prolongación del encuentro erótico incrementa el deseo sexual y el
conocimiento de las sensaciones placenteras del propio cuerpo y el cuerpo del
otro.
Muchos son reticentes o minimizan
los efectos del contacto erótico. Dan prioridad a la penetración como si fuera
el objetivo fundamental. Basan la satisfacción sexual en el coito y se pierden
la riqueza de los estímulos que brinda la prolongación del encuentro.
En cambio, las mujeres son
defensoras del caldeamiento erótico. Lo necesitan para incrementar el deseo,
para tener buena lubricación y obtener mejores orgasmos.
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