Romances olímpicos tormentosos:
la atleta que sedujo a Hitler
La intriga de saber quiénes serán
los acreedores de las medallas de oro en los juegos olímpicos no es la única
emoción que se vive cada cuatro años, pues el amor también se hace presente;
aquí algunas historias
Aunque el principal objetivo de
las justas olímpicas es demostrar quién obtiene las mejores marcas en las
distintas disciplinas, es inevitable que más allá del esfuerzo, las medallas,
las derrotas e incluso las lesiones, también surjan historias románticas, pues
el amor se encuentra en todos lados.
Algunas relaciones amorosas que
surgen a raíz de los juegos olímpicos se han dado a conocer y muchas otras
permanecen en el anonimato, pues se tratan de historias de gente común que no
se encuentra bajo el reflector y el lente de los medios.
Pero cuando se trata del corazón
de gente famosa, la información sobre su vida sentimental se convierte del
interés público. Con información de los sitios diario16.pe y
xn--elcaero-7za.com, te presentamos historias de amores olímpicos.
Adolf Hitler y Helen Stephens. El Führer
no pudo resistirse ante los encantos de la campeona olímpica estadounidense de
100 metros de los juegos de Berlín 1936, pues la invitó a su palco.
Hitler fue directo y manifestó su
admiración mientras acariciaba con una mano el trasero de la deportista
diciéndole: "Usted tiene el verdadero tipo ario. Debería correr para
Alemania", así lo relató la atleta.
Después de un abrazo el cual
Helen calificó como "masaje", el líder nazi la invitó a pasar un fin
de semana con él en Berchtesgaden. Stephens rechazó educadamente la invitación.
Posteriormente abandonó el atletismo y se dedicó a practicar el basketball y el
softball.
Emil Zatopek y la hija del
coronel. Cuando Zatopek partió a hacer su servicio militar en el año 1945, sus
historial como atleta le sirvió para ser el "niño consentido" del
regimiento. Fue así como conoció a Dana Ingrova, hija de su coronel.
Fue en sus segundos Juegos
Olímpicos, cuando Emil ganó entre otras pruebas, la de 5 mil metros, en
Helsinki, en la cual ganó el oro. Dana también fue una de las atletas de ese
año, participando en la prueba de jabalina, para la cual utilizó la medalla de
oro de Emil como amuleto, lo que parece que dio resultado porque el lanzamiento
de Dana fue de 50.47 metros, un récord olímpico, haciéndose acreedora también
de la medalla de oro.
La pareja permaneció unida hasta
el 2000 que falleció Emil, también conocido como la "locomotora
checa".
Vera Caslavska y Josef Odlozil.
En los juegos olímpicos mexicanos de 1968, la gimnasta checoslovaca, Vera
Caslavska, campeona olímpica de Tokio, obtuvo cuatro medallas de oro y pudo
estrechar la mano de quien era el dueño de sus pensamientos y subcampeón olímpico
de mil 500 metros en 1964, Josef Odlozil, a quien había conocido cuatro años
antes.
Al día siguiente de las finales
por aparatos, se casaron en México. Cuatro medallas de oro, dos de plata y un
marido, fue el balance total de Vera, aunque la historia de amor terminó con su
divorcio en 1987. La historia de Odlozil no fue mejor, pues murió en 1993 tras
haber tenido una riña con su hijo Martin.
Roland Matthes y Kornelia Ender.
El nadador alemán-oriental, Roland Matthes, logró sus primeros triunfos olímpicos
en 100 y 200 metros de espalda, en la edición de México '68, cuando Kornelia
Ender sólo contaba con nueve años de edad.
Fue ocho años más tarde, en los
juegos de Montreal, cuando Matthes obtuvo una medalla de bronce y Ender obtuvo
cinco medallas, cuatro de ellas de oro. En ese entonces la nadadora reveló
haberse comprometido con Matthes dos meses antes de las justas, por lo que se
casaron en 1978. Ambos campeones olímpicos, quienes entre los dos establecieron
41 récords mundiales, terminaron su relación con un divorcio para la olimpiada
siguiente, en 1982.
Iñaki Urdangarín y la Infanta
Cristina. La participación en los Juegos Olímpicos de 1996 del balonmanista
vasco, Iñaki Urdangarín, le otorgó no sólo la medalla de bronce en su
disciplina con la selección española, sino que además conquistó el corazón de
una de las mujeres más importantes de España, la infanta Cristina, hija del rey
Juan Carlos.
La pareja contrajo nupcias en
Barcelona, un año después de las justas olímpicas. El amor se dio gracias a que
el portero de la selección de waterpolo, Jesús Rollán, presentó a la pareja, la
cual mostró gran pasión por el deporte, pues Iñaki volvió a ganar la medalla de
bronce con España en las olimpiadas de Sidney 2000 y la infanta Cristina fue
suplente del equipo español en Vela de la categoría 470 en los juegos de Seúl
1988. Actualmente y desde finales de 2011, la pareja es protagonista de un
escándalo por la imputación de Urdangarín en un caso de corrupción.
Roger Federer y Mirka Vavrinec. Él es
considerado por muchos el mejor tenista de la historia, ella también es
tenista. Se conocieron durante los Juegos Olímpicos de Sidney, Australia.
Federer, de origen suizo, ya era un nombre conocido del circuito ATP, pese a no
haber llegado aún al primer lugar; por otro lado, el mejor ranking de la
también suiza, pero de origen eslovaco, Mirka, fue el 76º lugar en septiembre
de 2001.
La pareja llegó a jugar en dobles
mixtos y desde la retirada de Mirka es común verla en las gradas de los
estadios siguiendo los partidos de su esposo y padre de sus gemelas Myla Rose y
Charlene Riva.
Marion Jones y Cottrell J.
Hunter. Esta es una historia de amor y dopaje, pues sin duda una de las
imágenes más fuertes de los juegos de Sidney 2000, fue la de Marion al lado de
Hunter mientras éste, su esposo, con lágrimas en los ojos respondía los
cuestionamientos de la prensa tras haber sido hallado culpable de dopaje a la
nandrolona.
Marion, quien era la nueva
campeona olímpica de 100 metros publicó un comunicado en el que declaraba su
apoyo y respeto total al hombre con quien se había casado dos años antes, sin
embargo, menos de un año después de Sidney, ella anunció que se separaba del
lanzador de bala.
Cuando todos creyeron que ahí
acabaría la historia, Hunter acusó a la velocista de haberse dopado a pocos
meses de los Juegos de Atenas y Marion terminó admitiéndolo años después,
perdiendo así sus medallas e incluso pasando unos meses en la cárcel por
perjurio.
Matthew Mitcham y Lachlan Fletcher. La
aceptación progresiva de la diversidad sexual en nuestros días, tuvo un efecto
positivo para el joven clavadista australiano Matthew Mitcham, pues se
convirtió en un símbolo de gran popularidad durante los juegos de Pekín 2008.
Tras haber hecho la participación
que le diera la medalla de oro, Mitcham, quien había declarado su
homosexualidad de manera abierta, celebró su éxito con su madre y su novio,
Lachlan Fletcher, a quien le dio un beso. La imagen dio la vuelta al mundo
aunque llegó a ser censurada en algunos países.
A su regreso a Australia, la
pareja contó con una gran atención mediática, protagonizando portadas y
presentándose a varias entrevistas en televisión.
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