Sexo sin ganas.
Muchas mujeres (sobre todo
"muchas" que llevan "muchos" años en pareja), viven el sexo
como una obligación. ¿Por qué no tomarse con humor lo que tantas veces se
impone como serio? Divertirte, enójate, identifícate, indígnate... Pero, sobre
todo, piensa. Porque estas cosas, por duras que suenen, pasan.
Ya es sábado. Pasó una semana.
Seguro que hoy toca.
Aunque quizás no. A lo mejorme
puedo zafar porque mañana tenemos que levantarnos muy temprano para ir al
partido de futbol.
Por si las dudas durante la cena voy a comentar,
sutilmente, lo agotada que me siento, lo complicada que fue esta semana con las
actividades de los niños. Se juntaron visitas al dentista, peluquería y el
ortopedista. Además hubo pintores en casa y todos sabemos lo que eso significa
en la organización de un hogar. De hecho no tuve tiempo siquiera para ir al
gimnasio esta semana.
Sí, me parece que hoy zafo.
Sin embargo lo veo muy meloso,
sugerente, con esa sonrisita insoportable con la que me da a entender que
quiere sexo. Siento que se dispone a acorralarme. La tensión se me hace cuerpo.
Oscilo entre la ira y la culpa. No se me escapa su postura de "víctima, de
mujer que no lo desea", ni el gesto de violencia contenida por sentirse
frustrado por mí.
Algunas veces conversamos sobre
el tema de nuestra sexualidad, por suerte no demasiadas. En esas ocasiones él
me dice que el deseo se siente o no se siente, que cuando yo le vengo con eso
de que necesito más mimos, alguna charlita antes, salir juntos, no sé, algo, se
trata de tonterías mías para justificarme.
Y puede ser, porque la verdad es
que a mí el sexo no me gusta. Es más, podría vivir sin sexo y sería más feliz
seguramente. Me resulta un engorro, un sufrimiento. Estoy convencida de que es
la tarea más ardua del matrimonio.
Habrá mil razones que expliquen
lo que me pasa: lo cierto es que no lo soporto.
Por suerte, con el tiempo fui
encontrando algunos salvoconductos, he hecho acopio de argumentos más o menos
creíbles para evitarlo y cuando no me queda otro remedio, adquirí una fórmula
que lo hace más tolerable.
Él se acerca, yo me pongo de
costado, de espaldas, y avanzamos. Inmediatamente voy al baño, aprovecho para
cepillarme los dientes, pongo el despertador y vuelvo a la cama. Él,
felizmente, ya está dormido.
Con este sistema elimino la
posibilidad de que me bese, cosa que me resulta insoportable, o que me toque
los pechos, cosa que me duele y me eriza o que husmee en algún rincón, cosa
definitivamente impensable.
Yo sé que no le encanta mi
propuesta, alguna vez me lo echó en cara, pero también sabe que es la fórmula
que le permite descargar sus necesidades y no generar conflictos entre
nosotros. Los dos amamos la familia que sostenemos, los proyectos que
construimos, los logros que alcanzamos juntos.
Supongo que para pasiones habrá
tenido, tiene o tendrá a otra. No me importa. No pienso enterarme.
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