Mujer y sexualidad.
Cada tanto surgen controversias
sobre lo que las mujeres "deben sentir" o "dejar de
sentir". ¿Existe algún punto mágico aún no descubierto que provoque
placer? ¿Es posible desarrollar mayor sensibilidad vaginal? ¿Es lícito que
algunas mujeres prefieran recibir caricias a ser penetradas?
Vale la pena preguntarnos si la
sexualidad masculina es también sometida a tantas preguntas. Y respondernos:
no, en absoluto. La calidad del orgasmo de un hombre no se cuestiona. Con la
mujer, en cambio, los diferentes medios de comunicación, al igual que ciertos
libros, insisten en calificar, cuantificar, criticar y hasta proscribir lo que
las mujeres sienten. Y, en tanto, las mujeres, preocupadas por demás en cumplir
o adherir a lo “normal”, dejan de lado o estigmatizan sus propios ritmos,
sensaciones y tiempos.
Hombre, mujer, dos mundos
Una condición previa necesaria
para iniciar cualquier actividad sexual es la excitación que aparece en una
mujer cuando se siente sexualmente atraída. Los tipos de caricia –suave,
áspera, cosquilleante, incitante- y las zonas que responden y provocan la
atracción son variados y diferentes en cada mujer y en diferentes momentos de
la vida.
Caricias, besos, miradas, mimos y
un contacto corporal directo nos excitan sexualmente. También pueden
despertarnos sensaciones eróticas, las fantasías, el recuerdo de ciertas
imágenes placenteras de otros momentos vividos o de alguna lectura o
película... Casi siempre, son varios factores los que se combinan para
encendernos.
La presencia de un hombre, su
comportamiento, o quizá rozar sus manos son puntos “disparadores” de esas
imágenes placenteras, casi siempre tan fugaces que las mujeres dicen no
recordarlas. Directamente se manifiestan atraídas, excitadas eróticamente y deseosas
de mantener una relación sexual.
Una de las diferencias
fundamentales entre el varón y la mujer es que mientras el primero se excita
principalmente con estímulos visuales, la mujer requiere esencialmente de los
táctiles. Además, la mujer suele excitarse más lentamente que el hombre. De
hecho, el estado de excitación se intensifica cuando, en una atmósfera de
intimidad, los cuerpos se rozan o se estimulan ciertas zonas muy sensibles. No
siempre sucede con los cuerpos desnudos, a pesar que el contacto “piel a piel”
proporciona estímulos directos y muy fuertes.
Hay numerosas mujeres, y también
hombres, que necesitan un prolongado tiempo de excitación estando vestidos o
con un poco menos de ropa, pero no desnudos totalmente. Desvestirse rápidamente
por suponer que ello incrementará al máximo la excitación sexual no siempre es
efectivo.
Casi todas las mujeres necesitan
este período previo de excitación durante el cual se dan la mayor parte de los
juegos amorosos. Para poder disponerse a gozar plenamente de las sensaciones
eróticas, se debe estar seguro de no ser interrumpido, espiado, distraído. Las
mujeres necesitamos estar relajadas lo más que podamos.
La etapa de excitación, clave en
la fisiología de la respuesta sexual femenina
La etapa de excitación es un
momento clave porque durante la misma se producen todos los cambios
fisiológicos previos al orgasmo. Nuestras estructuras sexuales se expanden y se
congestionan más que las masculinas; la única diferencia en esta etapa es que
la erección del hombre ocurre fuera del cuerpo y, en consecuencia, es visible;
la nuestra, en cambio, sucede bajo los labios vaginales.
En la mujer esta etapa se
caracteriza por la aparición de un exudado más o menos espeso en las paredes
vaginales, capaz de lubricarla y facilitar así la posible penetración. Esta
sensación de humedad suele ser agradable y es acompañada de una suave
relajación de los músculos que rodean la entrada vaginal. Es una señal
específica de estar respondiendo en forma efectiva a los estímulos eróticos.
Simultáneamente, se produce la
erección de los pezones, la dilatación de las areolas, el aumento del clítoris;
los labios mayores se apartan del orificio vaginal y los menores aumentan de
tamaño. El tercio externo de la vagina se llena cada vez más de sangre, aumenta
la lubricación vaginal y se congestiona de manera tal que reduce su diámetro en
casi un 30%; sus paredes, congestionadas, constituyen la plataforma orgásmica,
cuya existencia es señal de orgasmo inminente.
Se trata de un período de intenso
goce durante el cual su cavidad pélvica se llena de toda la sangre necesaria
para alcanzar luego un orgasmo satisfactorio. Hacia el final de la fase, se
producen contracciones uterinas y la retracción del clítoris, que se esconde
dentro del prepucio.
Si la estimulación deja de ser
placentera, la excitación desciende y desaparece. A veces, un dolor mínimo, una
palabra fuera de lugar, una caricia brusca, nos saca totalmente de clima,
debiendo transcurrir un cierto período para que la respuesta placentera vuelva
a aparecer. Y esto es así por razones fisiológicas, porque somos diferentes a
los hombres, que pueden permanecer excitados aunque la estimulación manual
cese.
La penetración debe intentarse
cuando la mujer alcanza límites muy altos de excitación, cuando su vagina está
lubricada y dilatada. De lo contrario, puede llegar a ser dolorosa, decreciendo
su interés sexual.
Todos estos fenómenos suceden por
autoestimulación o por estimulación manual u oral del compañero. Una
característica importante de la excitación femenina es la necesidad de recibir
estimulación continua, incluso durante el orgasmo, para lo cual sólo nosotras
podemos saber qué necesitamos. Nuestro cuerpo es la guía infalible y nosotras
somos “las expertas” del mismo. Por eso es necesario que seamos nosotras
quienes informemos a nuestra pareja, verbal u oralmente, qué cosas nos gustan y
cuáles nos disgustan.
Pensemos que la gran mayoría de
los hombres no están informados sobre cómo son los genitales femeninos; más
aún, la gran mayoría nunca los vio. Un buen punto de partida podría ser
describirle tus genitales, explicándole la sensibilidad de las diferentes
estructuras. No hay que olvidar indicarles cuáles son tus zonas más sensibles,
incluso guiando su mano con la tuya para que de este modo sepa cómo te gusta
exactamente ser acariciada y qué grado de presión preferís. Así, de modo
tranquilo y jugando, tu pareja aprenderá un montón de cosas sobre tus
necesidades. Y ambos la pasarán genial.
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